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Parroquia San  Juan Evangelista

Bautismo de Jesús

Esta fiesta del Bautismo de Jesús es un complemento de la Epifanía, una nueva manifestación del Señor. 20120108.jpg

Se manifestó en carne, como niño, ternura y bondad de Dios. Se manifestó después como luz, llamada universal a todos los pueblos “luz que alumbra a todo hombre”. Se manifiesta ahora como siervo, cargando sobre sus espaldas el pecado del mundo.

La historia de los hombres, amasada con injusticias y violencias, va a encontrar en Cristo el único capaz de rehacerla. El es el anunciado, y el elegido siervo de Dios. Promoverá sin voces el bien y la justicia, pero desde dentro de esa humanidad. Nos lo decía la lectura de Isaías: “no gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará”. Actuará desde dentro de la humanidad como sal, como levadura en la masa, como luz, y ese será también el encargo que dejará a sus discípulos de entonces y de hoy. El se coloca en la fila de los pecadores, como uno más aunque no necesitaba purificación. Se mezcló con los pecadores para cargar con todos sus pecados. El es el “cordero que quita el pecado del mundo”

Jesús no tiene necesidad de ninguna purificación, ni de ser adoptado por el Padre, puesto que era su hijo desde la eternidad. El bautismo del Jordán es sólo un símbolo de otro bautismo más radical, cuando Jesús sea bautizado en su propia sangre. Con ese Bautismo pascual, de la cruz y la Resurrección Jesús dará origen a un nuevo bautismo en agua, en sangre y en espíritu. Es el Bautismo por el cual todos hemos entrado en contacto con Cristo y por eso, también en su misterio Pascual. Jesús, antes de enviar a sus apóstoles a predicar y a bautizar, quiere hacerlo El y mostrar así el ejemplo de lo que habían de hacer y decir.

El Bautismo es el sacramento de la regeneración por el que nos hacemos Hijos de Dios y miembros de la Iglesia.

Nosotros, todos los que estamos aquí, hemos sido bautizados en el Espíritu de Jesús. Y nos bautizamos no sólo para limpiarnos del pecado original, sino para identificarnos más con Cristo. En el Bautismo fuimos incorporados a la vida trinitaria: Hijos de Dios, hermanos en Cristo y renacidos por el Espíritu Santo.

Estar bautizados es pertenecer no sólo a la familia humana, sino también a la iglesia, familia de los Hijos de Dios. Lo que significa que todos los problemas, inquietudes, de la Iglesia no me traen sin cuidado, sino que me afectan. Yo no me salvo por libre, sino como Iglesia.

Es bueno recordar las renuncias y promesas que hicieron mis padres y padrinos por mí. Renunciar al pecado para vivir como hijo de Dios. Recordar el sentido de la entrega de la vela encendida: “A vosotros os corresponde acrecentar esa luz”.

Estar bautizado no es como tener un carné de pertenencia a un sindicato o una sociedad deportiva, donde pagas tu cuota y listo; sino que significa hacer realidad esa gracia que el Señor ha puesto en ti.

Acoger a un recién bautizado en la familia pequeña del matrimonio y en la familia grande de la iglesia, quiere decir transmitir la fe, hacer posible que esa semilla plantada por el Señor se vaya desarrollando y haciendo fuerte.

Nosotros, desde el día de nuestro bautismo hemos sido injertados en esta dinámica trinitaria: el Amor del Padre que  no hace distinción de razas ni personas; la mediación de Jesucristo, el Hijo de Dios, y la fuerza del Espíritu Santo. Desde entonces todo lo que hacemos aparece en nombre de la Trinidad.

El Bautismo del Jordán fue en inicio de un camino querido por el Padre, realizado por Jesús y con la fuerza del Espíritu Santo.

Nuestro Bautismo ha significado para cada uno de nosotros el inicio de un camino, querido por el Padre, tras las huellas de Jesús, inspirados en el mismo Espíritu de Dios.

Si Jesús es el siervo de Dios, nosotros también hemos sido bautizados para servir. Debemos acercarnos a los hombres como el Buen Samaritano, con el aceite y el vino de nuestro amor.

Hemos sido bautizados con Espíritu Santo y fuego, por eso hemos de ser ardientes en nuestro apostolado. “prender fuego en el mundo porque el Espíritu nos quema por dentro” No ser tibios. Porque eres tibio te voy a vomitar.

Que se pueda decir también de nosotros como de Jesús. “pasó haciendo el bien”

¡Cuántos bautizados que han sido vencidos por el ambiente, por la comodidad, por los propios intereses, por el pecado y cuya luz no se ve, porque son tibios, porque se contentan con ir tirando?

El Señor viene en ayuda de nuestra debilidad y nos invita hoy a poner nuestro bautismo junto al de Cristo para renovarnos con su espíritu y con este sacramento de vida que es la mejor fuerza para los testigos.

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