3 Abril 2015
Puedes ver la presentación de la Semana Santa de la Parroquia en este enlace: https://drive.google.com/file/d/0B2RsDpoO6NE4ZWF4TVlDNDJxQW8/view?usp=sharing
En esta tarde del Viernes Santo, nos disponemos a celebrar la Pasión del Señor. La liturgia de este día con la austeridad en los signos externos: el altar desnudo, el sagrario abierto, la cruz cubierta por un paño, el silencio de las campanas, nos invitan al recogimiento y a la oración.
El altar desnudo, el sagrario vacío nos hablan de la soledad de Cristo en el Calvario, en sus momentos de agonía; la soledad de Cristo fue real, profunda, dolorosa.
Los apóstoles: unos se duermen en el monte de los olivos, ajenos al dolor de Jesús; otros se dispersan cuando llega Judas con un grupo de hombres armados; Pedro le siguió de lejos hasta el atrio de la casa de Cleofás, pero allí por miedo negó que le conocía, ante las preguntas de una criada.
Sólo su madre y algunas mujeres permanecían al lado de la cruz.
La cruz, símbolo pagano de suplicio y de tormento, se convierte para nosotros los cristianos, en signo de victoria de Cristo sobre la muerte. La cruz es el grano de trigo que si no cae en tierra y muere, no puede dar fruto.
Así como Moisés elevó la serpiente en el desierto, así también Jesús fue elevado sobre la cruz, para que seamos curados. Aquí estamos nosotros también con nuestros agobios encima y con nuestro veneno dentro. Si nos miramos por dentro nos reconocemos pecadores, enfermos necesitados de un buen tratamiento.
Pero se nos ofrece una medicina: MIRARLE.
Necesitamos y pedimos Jesús, tu mirada:
Resuenan en esta tarde en nuestros oídos las palabras de Jesús: “El que quiera venir detrás de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y me siga”. “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré, ,porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera”.
Que nuestro gesto externo de adoración de la cruz sea signo de nuestra adhesión a Cristo, de un deseo grande de tomar nuestras cruces propias y de una confianza en que Jesús en la Cruz es el fundamento de nuestra esperanza.
Terminemos con este himno de la liturgia:
“En esta tarde, Cristo del Calvario, vine a rogarte por mi carne enferma, pero al mirarte, mis ojos van y vienen de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza. ¿Cómo quejarme de mis pies cansado, cuando veo los tuyos destrozados?. ¿Cómo mostrarte mis manos vacías, cuando las tuyas están llenas de heridas?. ¿Cómo explicarte a ti mi soledad, cuando en la cruz, alzado y solo estás. ¿ Cómo decirte que no tengo amor, cuando tienes traspasado el corazón?